›
A 3.000 metros sobre el nivel del mar en los entrenamientos de la Sub 20 en la altura, el balón se rompió, planeó también revoloteó a placer; y aunque el aire escasea en el olímpico de Tulcán a causa de la baja presión atmosférica. A simple vista, los jugadores –unos más resistentes que otros- no se vieron afectados mayormente por la altura las primeras 24 horas.
El primer entrenamiento de Chile que fue acompañado por una copiosa lluvia, tenía un propósito, aclimatarse lo antes posible a la falta de aire ante una alta exigencia física como lo son dos partidos ante una selección fuerte y acostumbrada a exigirse en la altura.
Si bien, a partir de ahora, todos los jugadores ya habrán sumado minutos en altura, un grupo de jugadores -que este año ya había experimentado partidos o entrenamientos en la altura en sus equipos por competencias internacionales – como lo son: Francisco Sierralta, Richard Paredes y Byron Saavedra de Palestino; Gabriel Suazo de Colo Colo; Jaime Carreño y Carlos Lobos de la UC, sumando la experiencia de vivir en Calama y jugar en Cobreloa, Ignacio Jara- conversaron acerca de cómo era posible ganarle –física y mentalmente- a la altura.
Si bien, cada uno de ellos, ha entrenado en diferentes ciudades en altura que fluctúan entre los 2.400 y 3.900 metros sobre el nivel del mar con sus equipos respectivos, todos coinciden en los síntomas: “Dolor de cabeza”, “deficiencia al respirar”, “como que el pecho se aprieta”, “incluso te dan deseos de vomitar”.
Entonces, la pregunta es ¿en qué radica la posibilidad de sobreponerse a todos estos síntomas y ganar un encuentro futbolístico de alta intensidad a 3.000 metros sobre el nivel del mar?
Las respuestas de los seleccionados fueron variadas: “Al principio cuesta respirar, luego intentas lo antes posible habituarse al trato del balón en la altura”, comenta Jaime Carreño que estuvo a 3.900 metros sobre el nivel del mar. “En cuanto al juego propiamente tal, es como que te da susto pegarle fuerte a la pelota porque no sabes si va a llegar al pie de tu compañero; pero eso pasa al principio, después ya te acostumbras”, señaló el volante cruzado.
“Cuando haces un pique de 15 o 20 metros te ahogas rápidamente, en 5 segundos se te pasa, pero te viene de nuevo, por eso hay que acomodarse rápido y no pensar mucho. A medida que pasan los minutos te vas acostumbrando y los entrenamientos ayudan mucho para adaptarse”, sostiene Gabriel Suazo.
Otra dificultad que se presenta es que el futbolista debe ajustar rápidamente los golpes al balón, que por momentos pareciera ser más liviano y puede perder la dirección que desea imponerle, según comentan aunque saben que es la pelota que pesa lo mismo que en cualquier cancha del mundo, es sólo que enfrenta menor resistencia al viento, por ende, agarra mayor velocidad de lo habitual.
Coinciden Sierralta, Saavedra y Paredes -quienes han experimentado entrenar y jugar a 3.400 metros de altura- que debieron aclimatarse rápido en el Cuzco porque sus puestos (laterales y delantero) les exigía estar en constante movimiento. “La clave es acostumbrarse lo más rápido posible”, coinciden los jugadores de Palestino. En el caso del jugador de Cobreloa, Ignacio Jara, dice que aunque se encuentra habituado a jugar en la altura: ”igual sentí la diferencia de jugar en Calama -2.400 metros- a la altura de acá en Tulcán, pero después se pasa un poco y hay que seguir jugando”.
Algunos jugadores han sentido las dificultades propias de lo que significa entrenar bajo estas exigencias, resultado esperable, según el médico que acompaña a la delegación, el Dr. Elías Concha, “Un par de jugadores dentro de un grupo de 21 han presentado manifestaciones leves- razón por la cual estos dos encuentros ante Ecuador son una buena prueba de lo que se vivirá en el Sudamericano Sub 20 –independiente del grupo y sede que le toque a Chile- pues todas las ciudades se ubican en la sierra ecuatoriana (2.400 y 2.800 metros de altura). Tulcán, fue una buena prueba de rendimiento en cancha, jugando dos encuentros de alta gama, a 3.000 metros.
Si bien, existen diferentes opiniones en cuanto a la ´adaptación´ a la altura (unos creen que llegar días antes para aclimatarse será beneficioso, y otros prefieren viajar justo para el partido) no son pocos aquellos deportistas que padecen de mareos, dolores de cabeza y vómitos, entre otros síntomas.
Se sabe que a medida que aumentan los metros por sobre el nivel del mar, disminuye a disponibilidad de oxígeno, por lo tanto, el deportista va a experimentar una concentración menor de oxígeno en el aire, lo que puede disminuir la capacidad del desempeño deportivo del deportista, y esto está en directa relación con la cantidad de metros. Se calcula que por cada 100 metros que uno aumenta de altura, pierde el 1% de disponibilidad de oxígeno; “por lo tanto, a 3.000 metros uno debería experimentar más o menos un 30% menos de disponibilidad de oxígeno que uno tendría al nivel del mar”, sostiene Concha.